El proceso de las ciencias empíricas se incluye dentro de las prácticas de investigación. Entendido como una investigación de los hechos, dirigido a obtener explicaciones y generalizaciones; basado en el razonamiento y los hechos, no en valoraciones subjetivas, y llevado a cabo de una manera sistematizada y especializada. Las distintas formas de irracionalidad (pseudociencia, negacionismo científico, resistencia a los hechos y falacias lógicas) defienden sus teorías mediante un discurso racional, en el que unas veces critican los datos científicos y otras veces los defienden, pero con su propia interpretación. Es cierto que comparten con la ciencia el mismo campo y pretenden pertenecer a las prácticas de investigación empíricas; sin embargo, carecen de la objetividad que estas exigen. Es más, se suelen oponer a los juicios considerados universalmente válidos y sus teorías están plagadas de valoraciones. La filosofía podría ayudar a discernir entre el verdadero conocimiento científico y su uso pervertido por parte de las corrientes irracionales.
Podríamos plantear tres momentos del proceso científico susceptibles de manipulación, que la filosofía podría ayudar a paliar. Pondré como ejemplo la investigación en medicina, ya que para mí es la más cercana.
1. Planteamiento del trabajo de investigación. ¿Cuál es la intención y el objetivo del estudio? ¿Es ético? ¿Está basado en premisas válidas? ¿Persigue intereses ulteriores (comerciales, económicos, políticos, etc.) que puedan supeditar la investigación y poner en duda la veracidad de los resultados? En este sentido, siempre que se realiza un trabajo de investigación hay que comenzar con una introducción al estado actual del tema en cuestión, en la que se citan los hechos y las referencias que lo justifican. Además, es obligatorio declarar cualquier conflicto de interés y la financiación, si la hubiera. Así como si ha sido aprobado por un comité ético.
2. Diseño del estudio. ¿Es adecuado para el objetivo que se persigue? ¿Los métodos respetan los requerimientos éticos? ¿La muestra es representativa de la población de referencia y su tamaño es suficiente? ¿Las herramientas y los métodos son válidos? Hay que tener en cuenta que el diseño depende en gran parte de la finalidad; no es el mismo para un estudio de prevalencia o incidencia de una enfermedad, de factores de riesgo o de causalidad. Por ejemplo, en un estudio de factores de riesgo, podemos determinar si existe una relación significativa e incluso con qué fuerza, pero no la causalidad. Con respecto a las herramientas y los métodos, hay que valorar qué sesgos pueden asociarse. Por ejemplo, en el caso de los cuestionarios, si están adaptados a las características de la población (diferencias culturales, edad, etc.). Ha habido casos en los que los test no estaban adaptados y los resultados se han utilizado para justificar posturas discriminatorias contra determinadas poblaciones. El tamaño y la selección de la muestra también pueden influir en la validez de los resultados y las conclusiones. Una muestra pequeña y no representativa puede limitar el alcance de las conclusiones.
3. Discusión y conclusiones. ¿Las conclusiones obtenidas son posibles con el diseño del estudio? ¿Derivan de los resultados? ¿Se tienen en cuenta los posibles sesgos y las limitaciones del estudio? ¿Se discute la validez de estas conclusiones, contrastadas con trabajos anteriores y otras posibles explicaciones? En este apartado es donde las formas de irracionalidad encuentran un margen más amplio.
En medicina priman la inducción y la abducción o inferencia a la mejor explicación (IME). La mayoría de los estudios se basan en la inducción estadística-probabilística, aplican a la población conclusiones obtenidas a partir de una muestra reducida, y, aunque no se obtiene una certeza absoluta, si una probabilidad muy alta porque el grado de significación estadística considera un riesgo muy pequeño. Pueden ser estudios de prevalencia, de factores de riesgo o protectores, de pruebas diagnósticas, de tratamientos, de causalidad, etc. En la práctica clínica se utilizan los conocimientos derivados de estos estudios. Durante el proceso diagnóstico la probabilidad entendida como frecuencia tiene gran importancia, primero se valoran las causas más frecuentes; pero también se utiliza la inducción eliminativa, en el diagnóstico diferencial se van descartando las causas que no concuerdan, y, finalmente, la IME, nos quedamos con la mejor explicación. Sin embargo, aunque nos basamos en conocimientos ampliamente aceptados, también asumimos cierto grado de variabilidad individual que nos obliga a ajustarnos a cada paciente y modificar la actitud, incluso replantear el diagnóstico, si el paciente no responde, la medicina según arte.
Las formas de irracionalidad pueden utilizar este grado de incertidumbre tanto en los estudios científicos como en el proceso médico, para justificar sus teorías en dos sentidos opuestos. Por una parte, pueden aceptar los resultados y las conclusiones de los estudios, pero de forma sesgada; presentando solo el contenido que les interesa, o añadiendo conclusiones que exceden el planteamiento inicial —más propio de las pseudociencias—. Por otra parte, pueden rechazarlos por falta de certeza, sin explicar qué determina la validez de una investigación y sus limitaciones —negacionismo científico—.
En mi opinión, es importante tanto para el científico que vaya a iniciar una investigación como para el observador externo que tenga que analizarla, plantearse este tipo de cuestiones. De esta forma, la filosofía (metafísica, epistémica, normativa, ética), que estaría implicada a lo largo de todo el proceso científico, contribuiría a garantizar su validez y a desmontar las teorías irracionales.
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