Alfabetización científica y actitud hacia la ciencia


Para analizar la relación entre la alfabetización científica y la actitud de la sociedad o el individuo particular hacia la ciencia, primero habría que explicar a qué nos referimos con alfabetización científica, lo que ha supuesto un motivo de controversia entre las distintas escuelas. Además, no podemos olvidar que los científicos forman parte de la sociedad; ciencia y sociedad no son dos entes independientes, coexisten y se relacionan.

Podríamos asumir que las posturas contrarias a la ciencia tienen su origen en la ignorancia, como defiende el Modelo del déficit; y que la solución sería aumentar el número de conocimientos mediante la alfabetización científica; sin embargo, esto no siempre es cierto, o no completamente. Tomemos como ejemplo la relación médico‑paciente. Antiguamente estaba instaurada la relación paternalista en la que el médico, fuente de sabiduría, decidía las pruebas diagnósticas y los tratamientos en base a sus conocimientos expertos; y el paciente, falto de preparación y criterio, tenía que acatarlos. Este proceder no generaba necesariamente un rechazo hacia los médicos o la medicina, en algunos casos sí y en otros no; el paciente, lego en el tema y confiado en la opinión experta, seguía las instrucciones con una predisposición favorable. Se trataría de una situación en la que, como en el Modelo del déficit, se establecen dos niveles, el del experto y el del lego, en la que la ignorancia del último no implica ninguna desaprobación hacia el primero.

Ahora, consideremos el extremo opuesto, la alfabetización científica, entendida como acceso o disposición de conocimientos, predispone positivamente hacia la ciencia. Tampoco es absolutamente cierto. Nuestro sistema educativo puede aportar los conocimientos científicos que requeriría la alfabetización científica; no obstante, sigue existiendo rechazo o  indiferencia hacia la ciencia, posiblemente por la percepción de su falta de utilidad o repercusión en la vida cotidiana. También se ha propuesto que un mayor grado de conocimiento puede conducir, en algunos casos, al escepticismo. Es verdad que cuanta más información manejamos, más cuestiones se nos plantean. Pero este espíritu crítico no tiene por qué interpretarse como algo negativo, siempre que intente ser objetivo y constructivo, y huya de las influencias partidistas o interesadas.

En ambos casos se marca una división entre la ciencia y la sociedad. Ahora bien, como ya se ha mencionado, no son dos realidades independientes y aisladas. Según la socialización de la ciencia, habría que instaurar un diálogo entre ellas. La alfabetización de la ciencia debería ir en ambos sentidos; de los científicos al público, atendiendo a su realidad y necesidades, y del público a los científicos, participando en el proceso. Esto no quiere decir que uno tome el  papel del otro, sino que cooperen.

Volvamos a la relación médico‑paciente. En la actualidad se ha abandonado la conducta paternalista; el médico es más comunicativo y el paciente más participativo. Lo cual no implica que el paciente deba asumir la responsabilidad del proceso médico, pero sí se fomenta la toma de decisiones informadas y se crea un ambiente más colaborativo. Además, al comprender por qué se toman las decisiones, el paciente se implica más, el cumplimiento es mayor y el porcentaje de éxitos aumenta. También puede darse el caso extremo, en el que un paciente excesivamente informado, generalmente de forma sesgada a través de las redes, cuestione cada decisión, lo que dificultaría la relación y el proceso. En este ejemplo se establece una relación más equilibrada entre ciencia (el médico) y sociedad (el paciente), en la que el público recibe los conocimientos que le interesa y puede participar de manera informada en la toma de decisiones, respetando los criterios de los expertos; mientras que los científicos toman en consideración las necesidades del público y se adaptan a ellas. A todos nos interesan los temas que nos afectan directamente, no aquellos que se discuten en un plano distante y poco asequible. Si la ciencia se limita  a ser una fuente de datos en un lenguaje de difícil compresión, alejada de la cotidianidad, sin considerar las inquietudes de la sociedad; estará contribuyendo a la indiferencia y a la desconfianza.

En mi opinión, la alfabetización científica no debería limitarse a la acumulación de conocimientos; también debería tener en cuenta su repercusión en la vida diaria y ofrecer estrategias y herramientas para la resolución de problemas y la toma de decisiones. Aunque unas nociones básicas son imprescindibles, creo que es más importante incidir en los métodos que emplea la ciencia, lo que a largo plazo puede ayudar a su aceptación. Ningún médico o científico es especialista en todas las áreas, sin embargo, está entrenado para aplicar un modelo de pensamiento crítico, que le permita discernir qué información es fiable, cómo verificarla y ampliarla, qué recursos tiene para hacerlo y cómo utilizarlos. ¿Por qué no aplicar el mismo modelo en otros ámbitos de la vida?

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